lunes, 29 de octubre de 2012

Crónica Inxilio - FAEL 2012






Este sábado se inició el FAEL, Festival de Artes escénicas de Lima, con la presentación de “INXILIO – El Sendero de las Lágrimas”, de la Compañía del Cuerpo de Indias (Núcleo profesional del Colegio del Cuerpo) de Colombia, dirigida por Álvaro Restrepo y Marie France Delieuvin.

Estar presente en la inauguración del festival ha sido una experiencia pendiente durante una década, desde que la gestión municipal anterior desactivó el recordado Festival Internacional de Danza y Teatro de Lima. Es así que muchos artistas y consumidores de artes escénicas se hicieron presentes en el Teatro Municipal para ver la función del elenco colombiano.



¿Qué decir del espectáculo?, es algo que me pregunto desde que salí de la sala. La obra que hemos apreciado es la versión de cámara de otro espectáculo con el mismo nombre(al cual se le agrega la frase
‘Sinfonía Coreográfica’) y que fue organizada por la Alcaldía Mayor de Bogotá en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de Colombia; siendo un homenaje a los colombianos y colombianas que se encuentran en situación de desplazamiento forzado y a los migrantes del mundo.

Esta primera versión se desarrolló en un espacio monumental – el estadio El Campín de Bogotá – con la participación de 200 intérpretes, entre ellos miembros de asociaciones de desplazados, estudiantes de teatro y bailarines de la compañía; además de orquesta sinfónica y cantante lírica en vivo. De esta versión original se toman los momentos III y IV para la versión de cámara, que fue la que se presentó en el Teatro Municipal. Cabe anotar que toda esta información fue mencionada por el director antes de iniciar la presentación.

Y es desde este territorio donde tengo mis propias versiones contradictorias sobre mi experiencia como público. Ya que, por un lado, tuve el disfrute de ver desplazarse en el espacio a cuerpos entrenados en un magnífico nivel, presencias capaces de que su energía tome todo el escenario, belleza coreográfica, gran nivel interpretativo. Todo ello acompañado de una hermosa pista musical donde destaca la potente voz de la cantante lírica.

Asimismo, el inicio de la obra, acompañado por la escultura sonora “Surrounded in Tears” (rodeado de lágrimas) que mezcla llantos de diversas partes del mundo con bases musicales de piano y órgano; y la proyección permanente de fragmentos de la versión original - cuerpos desplazándose, vagando sin rumbo, en pequeñas manadas, cubiertos únicamente por una frazada -, contextualizan la puesta en escena y disponen al espectador para ser conmovido con una temática que nos resulta tan cercana o lejana como donde quieras poner la mirada.
El viaje concluye con la proyección en varios idiomas de la frase “La Paz será la Ley”.

Así, al observar lo que tenemos en escena, apreciamos una obra con todos los elementos de un trabajo de primer nivel, tanto en lo que respecta a lo técnico, como a lo conceptual y a la puesta en escena; listo para conmoverte con la belleza, la potencia y el mensaje.

Entonces….porque siento que algo falta?

Y es que, pasado el impacto inicial y ya asumida la potencia física y coreográfica de la obra, queda la sensación de piezas ausentes, de cuadro incompleto. Es cierto que, como se menciona arriba, el video es un soporte para contextualizar la obra, pero pasado ese momento su aporte es menor…pese a ello acompaña el desarrollo de todo el espectáculo, sin volver a ser un aporte significativo.

Por otro lado, las coreografías se van extendiendo hacia un desarrollo cada vez más abstracto, en donde el disfrute del espectador pasa por las formas, la energía y la belleza; pero se siente un alejamiento cada vez mayor del sentido inicial del ritual escénico.

Todo esto hace que termine con la sensación de haber visto una muy buena puesta en escena, de danza muy profesional, pero muy conservadora: donde se privilegia el movimiento, el danzar la música, la belleza abstracta, los tiempos largos.






Pero…

Y acá está el punto central de mi conflicto:

Me queda claro que esas no son las intenciones de esta puesta en escena, ni mucho menos de la puesta inicial. Y es aquí donde empiezo mi recorrido especulativo:

Si lo que hemos apreciado en esta versión de cámara son los momentos III y IV de una obra de carácter dancístico/plástico/musical/monumental, y estos son momentos básicamente coreográficos, es quizá ese riesgo asumido por sus directores lo que nos deja con esta sensación ambigua: con ser testigos de una gran puesta pero no sentirnos colmados.

Trato de imaginar entonces ¿cómo se disponen los sentidos del espectador en un escenario monumental con música en vivo?, ¿cómo, sabiendo que quienes están ahí, cumplen una vez más el rol de desplazados?, ¿cómo, cuando este ritual de belleza y tristeza es parte de los festejos oficiales de tu país?

Y es que quizá hay elementos de las puestas en escena que son adaptables…y hay otros que son inasibles.

Nota Final:

Mención aparte para un tema largamente pendiente en la danza local. Y es que este montaje nos permite observar que es posible hacer ‘danza con rollo’, generar una discusión a partir de proponer un tema en la puesta en escena, plantear un punto de vista frente a nuestro entorno social.

No puedo jactarme de ver toda la danza que pasa en Lima pero a mi mente vienen “Y si después de tantas palabras” de Integro, “Fracturas” de José Ruiz, “Misia” de David Sánchez, “Alienación” de Andanzas PUCP y una pieza de Mónica Vergara acerca de la CVR (no recuerdo el nombre). Quizá este olvidando alguna otra obra, o desconozca la existencia de alguna; sin embargo, creo que lo breve de este recuento hace notar que la escena de danza aún está en ‘debe’ frente a su cotidiano social.

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