jueves, 6 de noviembre de 2014

Crónica Presunto Culpable
























‘Presunto Culpable’ codirigida por Daniel Amaru Silva - a la vez dramaturgo de esta obra - y Rodrigo Chávez, se presentó en ‘elgalpon.espacio’, en una temporada de 4 semanas, entre el 10 de octubre y el 02 de noviembre.

‘Presunto Culpable’ está planteada en un escenario atemporal, en una sociedad que vive un escenario post-bélico. La anécdota se centra en un ciudadano que ha sido detenido sin conocer el motivo,  y que debe confrontarse con el funcionario público a cargo de su caso. De esa interacción surge un conflicto marcado por el absurdo.

Los directores proponen una interesante variante en el uso del espacio que alberga el montaje. Al tener como único elemento escenográfico un pequeño cuadrilátero de malla metálica – referencia metafórica a las rejas de una prisión, a los sótanos de los grandes edificios públicos – se dispuso bloques de gradería alrededor de éste, generando así la perspectiva de un escenario semicircular.

Tal como la escenografía, la iluminación propone también códigos simples y directos. Si a esto se le suma la ausencia de recursos sonoros ajenos a la performance de los intérpretes, se puede concluir que ‘Presunto Culpable’ es un montaje que utiliza los elementos escénicos de manera tal que fortalezcan y potencien el rol del texto y las interpretaciones.

Las caracterizaciones de los personajes son claramente opuestas. Por un lado, el funcionario público luce joven y atlético, tiene una voz impostada y artificial, comportamiento extravagante, viste un uniforme, se mueve con firmeza y de manera mecánica, secuencial. En contraste, el ciudadano se ve achacoso, mal vestido y su comportamiento corporal y vocal es más cercano a las emociones, más cotidiano.

Estas oposiciones se fortalecen en la medida que el conflicto se desarrolla. Y es que, mientras el ciudadano lucha por entender un sistema absurdo, el funcionario discurre naturalmente por él; mientras el ciudadano alega errores e injusticia, el funcionario niega posibilidad alguna de reclamo; mientras el ciudadano busca una salida a su situación, el funcionario le aclara que no hay salida posible. En resumen, mientras el ciudadano trata de ser racional, se encuentra con el representante de un sistema absurdo y represor.

Es así, a través del conflicto permanente entre los dos personajes, que el texto que guía el montaje va acumulando tensiones. Además de ello, el texto propone caminos para ofrecer más información sobre ambos personajes, mostrando sus humanas contradicciones y evitando con ello caer en el simple maniqueísmo.

Sin embargo, son estos dos ejes centrales de la estructura del texto - acumulación de contradicciones e información personal de los personajes - los que generan la pérdida de ritmo hacia la última parte del montaje. Pues, si bien la interacción entre los personajes es intensa desde el inicio, la reiteración de patrones rítmicos - en la estructura de los textos y en los temas en conflicto – terminan ocasionando una sensación de predictibilidad y agotamiento.

Asimismo, cabe mencionar la presencia de un discurso ético de carácter confuso. Esto sucede cuando, luego que el texto marcara con claridad el absurdo de que el ‘sistema’ pueda acusar  a alguien como ‘culpable de no hacer nada’, sea un mismo representante del ‘sistema’ quien cuestione éticamente la pasividad, la indiferencia, el no tomar posición de su antagonista.

Dicho esto, queda claro el objetivo del texto, de poner el tema de la ‘toma de posición’ como objeto de discusión. Sin embargo, que sea cuestionado por el personaje representante del absurdo, genera una lectura confusa de ello.

‘Presunto Culpable’ es un montaje teatral que propone un espacio escénico correcto y austero; con un adecuado y suficiente manejo de los símbolos a través de la luz, el sonido – o la ausencia de éste – y el vestuario. Cuenta, además, con interpretaciones sensibles y eficientes que comparten adecuadamente el peso dramático del montaje. Todo ello al servicio de un texto que discurre como una comedia negra - con guiños a clásicos contemporáneos como Kafka y Orwell -  que, si bien decae en su ritmo al final, mantiene al espectador sujeto al humor, la crueldad, la ternura y el absurdo.

En escena: Carlos Acosta y Gabriel Gonzalez.
Codirección: Daniel Amaru Silva y Rodrigo Chávez.
Dramaturgia: Daniel Amaru Silva.
Dirección de Arte: Aarón Rojas.
Vestuario: Claudia Torres Donayre.
Realización de escenografía: Alex Sermeño.
Asesoría en iluminación: Vanessa Geldres.

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